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One of the most beautiful things that happened to me in Alaska was to believe in magic again.


We believe in magic when we are children and as we grow up we begin to wonder about the role of the magician, our role with respect to the magician, how does he do it? Is it an optical illusion? Can I do it too? And there we stop being an audience, we stop believing, an indispensable ingredient for there to be magic.


Before arriving in Alaska I did a marketing consultancy that I should not have accepted because I was dealing with multiple medical appointments and the stress of self-imposed expectations that sometimes don't let me be.


At one of those medical appointments, while waiting for the results of some tests, the receptionist asked me if I believed in God, 'don't even name it to me...' I said half jokingly half seriously.


I immediately regretted it, not because of what God thought of me because he and I have a relationship that only the two of us understand, but because I knew it would have been easier to get out of that conversation saying yes.


We ended up holding hands in a circle: two receptionists, another lady who I think was a nurse and me, while receptionist number one asked Christ to bathe me with his blood, among other things.


At the time it made me uncomfortable but then I thought that maybe that woman needed to feel close to her God and well, maybe it worked, why not?


But it was to see the glacier located on the other side of the bay, on the mountain in front when we arrived in Alaska, to believe in God again, in the gods, in magic.


At first I thought that the spirituality of Homer, Alaska was due to nature, the glaciers, the mountains, the moose taller than a car that go around walking around as owners of the place (they are), the eagles, the owls, the flowers that in summer come out of nowhere and cover everything with the most beautiful colors and shapes; but then I understood that it was something much deeper.


A friend recommended the book Shaman, Healer, Sage by Alberto Villoldo, which brings together the knowledge of four South American shamans with whom he studied for a while in the jungle.


The book explains how they became shamans and the connection they have with nature, how we all have that possibility and how our health, mental and body, deteriorates when we are not connected with nature, when we do not spend quality time in it.


All this, in principle, I grabbed with tweezers because I have Catholicism well drilled in my head, but then I understood that they are different things, which, in my opinion, do not compete or complement each other, they are simply different.


But as I progressed in the reading, I remembered more and more those ancestral ideas about magic, about its place in nature, in absolutely everything that has to do with nature.


It is up to us to choose to relax, enjoy what we see, accept the magic or live life trying to unmask the magician.



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Siempre he sido dura criticándome, quizás también criticando a los demás pero siempre como reflejo de la crítica interna. Tanto así que dio para escribir un libro de 446 páginas… Mi libro, que desde hoy está disponible en Amazon.


Hoy estoy orgullosa de mí. 


No ha habido tantos momentos en mi vida en los que me sienta orgullosa de mí, pienso que la mayoría de cosas que desde afuera se pueden ver como algo de lo que debería estar orgullosa para mí son cosas que había que hacer por la familia, por el esposo, por la sociedad, por mi papel como mujer, como amiga, como hija, etc.


Me enorgullece esto porque es algo que no beneficia a nadie más que a la niña interna que soñaba con escribir libros. 


Este es un autoregalo que ojalá termine siendo un regalo para otros. Ojalá tenga más valor en el mundo del que yo creo que tiene. Desde un punto muy egoísta escribí este libro para mí y ahora que está publicado empiezo a encontrarle otros sentidos, otros temas y otros valores que no había notado durante el proceso. 


Cuando me preguntan de qué se trata el libro, todavía me cuesta encontrar las palabras y termino leyendo lo que escribió la editorial, que es muy lindo pero es una descripción por encima de una milhoja que tiene muchas más capas. 


El libro es una memoria de mi primer año en Estados Unidos, hay un acercamiento al proceso migratorio pero no desde la burocracia sino desde las opciones: irse, quedarse, irse más lejos, volver. 


Hay feminismo pero no desde lo puedo todo porque soy mujer sino desde el deseo de tener una pareja y el miedo de perderse en el intento, de perder una identidad en la que se ha ido trabajando tantos años. 


Hay desamores y por encima de todo, amores; amores grandes y resistentes como los de la familia y aquellos fugaces que mueren en su plenitud. Hay amor por la literatura, por crear, por crecer, por conocerse a través del ejercicio creativo y por la disciplina de obligarse a tomar el tiempo que requiere, para ocupar un lugar en el universo, en el propio sobre todo.



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Siempre voy a recordar con cariño esta cabañita en Alaska. Pasamos aquí un verano y fue el verano en el que por fin terminé el libro e hice todo el proceso de publicación con la editorial. Gracias a los vecinos supe que en esta cabaña vivía un chico que murió en el río, asumen que murió porque encontraron sus cosas y a su perro en la orilla pero nunca encontraron el cuerpo. Días después de enterarme, en un momento en el que no había nadie más en la casa (ni cerca porque es en la montaña), abrí la puerta para dejar salir a Fedra y sentí un olor corporal muy fuerte muy cerca de mí, inmediatamente asumí que era él, que posiblemente estaba dando vueltas por la que fue su casa. No sentí miedo porque no se sintió como una presencia invasiva, de hecho ni siquiera fue dentro de la casa sino afuera en la entrada. 


De niña siempre tuve miedo a los espiritus, cada vez que moría un familiar temía que ´viniera a visitarme´porque oía a mi mamá hablar de las ánimas y de como asustaban a las personas en los sueños. Tenía miedo incluso de la virgen porque alguien vino al colegio con una grabación de la voz de la virgen y dijo que a las niñas buenas ella las cobijaba en su manto y se las llevaba… Esto dio para citas al sicólogo tratando de conseguir que yo durmiera sola en mi cuarto porque me daba terror que me llevara la virgen siendo que, por supuesto, yo era una niña buena. 


Ahora estoy entendiendo que los espíritus siempre estuvieron ahí, que la muerte siempre trae movimiento de espíritus y que casi todas las personas cuyas muertes han sido impactantes para mí, por el motivo que sea, de alguna manera me visitaron. Por suerte no como yo pensaba de niña que sería, al estilo de Charles Dickens como fantasmas a media noche (acabo de notar que de hecho este fue el primer libro que leí de niña… ahora todo tiene más sentido), sino de otras formas menos directas, a través de los sueños, de olores, de sensaciones, recuerdos y a veces incluso a través de comportamientos en respuesta a dolores o asuntos sin resolver que se sienten propios pero que no lo son. 


Estoy aprendiendo a darles la bienvenida sin invitarlos a quedarse, dejarlos venir, darles un abrazo de despedida y dejarlos irse, como debemos hacer con las ideas que nos ocupan la cabeza pero que no nos hacen bien. 


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